Si yo fuese Almunia no perdería ni un segundo en
recibir y darle explicaciones a la comisión de indignados
institucionales -tres presidentes autonómicos y un ministro de
Industria-que quiere ir a protestar por la resolución sobre el «tax
lease». Y, en vez de armarme de paciencia para oírles decir que la UE es
una coña sin ley y sin procedimientos, en la que solo mandan los
holandeses y los alemanes, y donde lo único que funciona es la
piratería, les daría un ejemplo de lo que no es serio ni lícito en el
arte de la política. Y, lejos de perder el tiempo en oírles decir que un
comisario puede hacer lo que le da la real gana -siempre que sea ¡por
Dios y por España!-, y que hay que mantener el tinglado fiscal que
succiona los recursos del Estado para convertirlos en beneficios
privados, me juntaría con Durão Barroso y Luglio Tajani y me vendría 15
días a España a dar mítines, recibir a sindicatos, participar en
tertulias y manifestaciones y explicarle a los españoles por qué estamos
como estamos.
¿Y cómo lo explicaría? Pues así de fácil. A los
polbeiros les diría que no pueden sacar pulpo a esgalla porque Feijoo
los odia y porque no votan al PP. Y a los pensionistas que no les suben
la pensión porque se lo quieren dar a los bancos. Y a los titulares de
preferentes que la Xunta no les devuelve el dinero porque la conselleira
de Facenda se opone. A los estudiantes les diría que no hay más becas,
ni se rebajan las matrículas, ni se contratan buenos profesores y bien
pagados porque quieren privatizar la educación a favor del Opus Dei. A
los funcionarios les diría que los esquilman y los desilusionan para
crear un caos en los servicios públicos y sustituirlos por gestores
privados. Y lo que propondría sobre la sanidad, la cultura o la
dependencia, tanto en Asturias como en Euskadi y Galicia, se reduciría a
exigir pasta a caño abierto, no revisar las situaciones dudosas y dejar
claro que los derechos del bienestar están fuera de la crisis, los
ajustes y las mandangas.
Para remachar insistiría con vehemencia en que
los tres presidentes y el ministro indignados son esclavos de la Troika y
sus imposiciones, que solo buscan quedar bien con Merkel, aunque sea a
costa de España, y que lo que en realidad esperan es jubilarse en
Holanda con una pensión de lujo pagada por el capital financiero y los
piratas que nos roban.
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