Es curioso
cómo, a pesar del avance del laicismo, las pulsiones, resortes y ritos que
antaño fueron propios del ámbito religioso se mantienen, con idénticos sentido
emocional e intención social. Así PP y PSOE —con el auxilio procesional de
otros partidos— se han empeñado en presentar ante la UE el exvoto de su
unanimidad para conseguir el éxito de sus/nuestros requerimientos: ayudas
frente al desempleo juvenil, avances (imprecisos) en la concesión de crédito a
las pymes, progresos (más difusos aún, enormemente contradictorios) hacia la
unión bancaria. Verdad es que el rito procesional de la ofrenda del exvoto se
ha hecho con el mismo criterio con que según lenguas populares aconsejó en
cierta ocasión el párroco de determinada localidad de la montaña: «Non, home,
non, esperái pa sacar el santu pa pedir agua, que los del tiempu entovía nun lo
dan». Es decir, que todo lo que fue a «exigirse» a la cumbre europea estaba ya
plenamente acordado para la misma.
Ahora bien, no
debe pasársenos por alto que los destinatarios de la ofrenda ritual de la
unanimidad no eran tanto los dioses cuanto los fieles, objeto fundamental de
cualquier institución de poder, según explicitó de forma meridiana el concilio
de Gangres cuando frente al heresiarca Eustacio, quien argumentaba que no se
podía recluir a Dios, infinito, en el templo, manifestó que no era a Dios al
que se encerraba en los templos, sino a los fieles.
(Por cierto,
tengámoslo en cuenta, el empleo juvenil que se origine con subvenciones ad hoc
—que parecen recibirse con gran alborozo—, sobre inestable, va a crear notables
distorsiones en el empleo de otros grupos.)
Con intención
distinta y aun radicalmente contraria, pero con una semejanza funcional y de
origen notable, IU ha puesto en marcha una campaña de mesas petitorias para
demandar lo que podría calificarse con metáfora gastronómica como «mangaráu» u
«olla podrida». En dichas mesas petitorias, que saldrán el encuentro del
viandante por las calles y plazas de España, se recogerán firmas para todo y
contra todo, al modo y manera del personaje de un monólogo de Rubén Sánchez
Vicente: «L’home aquel regolvía / a Franco, Dios y la ETA, / el divorciu y el
llatín, / los impuestos y la Ilesia, / batíalo col bigote, / mazábalo cola oreya / y facía, con too ello,
/ una espantible tortiella». Pues, efectivamente, piden la dimisión de Rajoy
por no cumplir su programa electoral, esto es, por no haber sido lo
suficientemente «neoliberal», y por ser tal, o sea, por someterse a los
dictados de la Troika y reducir el déficit; así como por haber ganado las
elecciones con mayoría absoluta, de lo que se aprovecha legislando con dicha
mayoría. Todo ello sería gobernar «en fraude de ley».
Naturalmente, aducen los
recortes de la crisis como un ataque del PP a la educación, a la sanidad y a las
pensiones, y enarbolan los más de seis millones de parados y paradas (no
«militares» ni «reproductoras», sino «parados hembras», entiéndanlo
rectamente). A ello añaden sus
alternativas, clásicas unas, coyunturales otras: la creación de una banca pública
en base a los bancos actualmente nacionalizados (sin decir quién la sufragará
ni quién la gestionará), una reforma fiscal (naturalmente «justa»), no pagar
una parte de la deuda externa (y supongo que, al mismo tiempo, pedir
financiación externa gratuita o más barata), recuperar empresas privatizadas e
invertir dinero público en sectores estratégicos (el carbón y el naval,
calculo, aunque nada concretan, y añadirán, para compensar, «las energías
limpias»). De entre las reformas
políticas, un referéndum sobre la República (¡cómo no!), la participación
popular en la actividad legislativa, una nueva ley electoral (que los beneficie
a ellos, aventuro) e (ignoro si antes o después de todo ello) un nuevo proceso
constituyente «frente al golpe de estado de los mercados y el fraude
democrático en que vivimos».
Finalmente, los derechos
jáujicos: rebajar los precios de las cosas, el derecho a una vivienda digna
(gratuita, por tanto, en último término) y a una renta mínima, que cifran en
620 euros netos al mes. (En España, millones de personas trabajan entre seis y
ocho horas diarias por unos ochocientos euros. Con parte de ese dinero, pagan
una renta o una hipoteca. El triunfo de las propuestas de IU sería para ellos
el paraíso: no tendrían que trabajar nunca más).
Auguro un gran éxito a IU en su
campaña. ¿Cómo no sentirse atraído por una oferta realizada al modo de Donan
Pher, «El Emperador del Bolígrafo» —que Luis Miguel Piñera recordaba días
atrás, aquí, en La Nueva España, en una semblanza del desaparecido Fernando
Poblet—, quien, como los vendedores televisivos de La Tienda en Casa, al
producto principal, pongamos una olla exprés,
le añaden un sinfín de adminículos de regalo: un rizador del pelo, una
navaja multiusos, unos guantes de silicona, unas pantuflas para alivio del pie
cansado?
Y, además, a la excelencia
holística de la oferta, coadyuvará, sin duda, el know how de algunos de los peticionarios o de su
entorno, pues no son pocos quienes en el ámbito de la izquierda proceden de
familias de abolengo que, a lo largo de muchas décadas, han sido constituyentes
fundamentales de callejeras mesas petitorias.
Con banderita —una u otra—
incluida. Porque aquí también, el objetivo no son los demonios —Rajoy y los
suyos— ni los dioses o los Campos Elíseos propuestos, sino los fieles, es
decir, los votantes, en particular, los que del PSOE se pudiesen escapar hacia
estos más verdes y jugosos campos de IU-Los Verdes.
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