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DEL DAÑO OBJETIVO, A LA PALABRERÍA Y LA INACCIÓN

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(Ayer, en La Nueva España) DEL DAÑO OBJETIVO, A LA PALABRERÍA Y LA INACCIÓN Hugo Morán, el de los hercúleos trabajos —nunca bien entendidos— a favor del campo asturiano, anunciaba el 27/03/2023: “El Ministerio de Transición Ecológica espera tener en un plazo ‘razonablemente breve’ su informe sobre la extracción de un lobo en la zona asturiana de los Picos de Europa”. ¿Por qué se ríen? ¿O por qué se enfadan? ¿Qué significa el tiempo desde la perspectiva de la eternidad? ¿Acaso no conocen el cuento del fraile que, dudando de la buenaventura de la contemplación de Dios durante la eternidad, salió a pasear, sintió cantar un pajarito y cuando volvió al convento, tras lo que él creyó un breve periplo, habían pasado trescientos años? Pues eso, “razonablemente breve”. En LA NUEVA ESPAÑA del día 18, en una de esas instructivas entrevistas que publica los domingos el periódico a personajes de diferentes concejos, Celesto Menéndez, ingeniero de montes, funcionario jubilado de la Consejería de Agricultura, afirma: “No hubo absolutamente ningún interés por lo forestal en Asturias (…). Creo que nunca va a haber ninguna política forestal, porque no hay ningún interés. El medio rural nos trae a todos sin cuidado (...). Me temo que lo rural va a desaparecer todo (…). Ahora sí va a quedar todo para el oso y el lobo. Porque, vamos, tiene pecado que haya lobos en Candamo, que no están citados ni en la Edad Media (…). Y, además, hay que protegerlo”. Nino Rodríguez, director en su día de Ganadería de la Consejería de Agricultura, que dimitió cuando se introdujo el lobo (Teresa Ribera mediante, Hugo Morán oficiante) en el catálogo de especies protegidas, afirma que cada día va la cosa a peor: “Va a peor. El lobo y ahora el fuego”. ¡Qué impaciencia! ¡Qué falta de confianza en los asturianos de pro que nos gobiernan aquí y en Madrid nos defienden. ¡Tranquilos! ¡Ya se “extraerá” (risum teneatis?) un lobo! ¿Qué se hace por el campo, por lo que llaman despoblación?, pues lo mismo que por el empleo, por la demografía, la emigración, la falta de empresas o por todos esos problemas que parece que nos agobian. ¿Nada? ¡No! Miren algunas recetas: “diseñar soluciones innovadoras para garantizar un desarrollo sostenible; crear empleos de calidad y fortalecer la economía; cuidar el medio ambiente y usar los recursos naturales de forma responsable; promover las energías renovables; afrontar el problema del abandono de los pueblos y el envejecimiento de la población haciendo atractivos los pueblos a la gente joven, atrayendo a ellos inversiones y mejorando la calidad de vida en el campo; fomentando la resiliencia colectiva e individual”. ¿Cómo? ¿Con qué recursos? ¿Quién halla esas soluciones? ¿Cómo competimos con otros lugares, empleos o salarios? ¿De dónde salen esas nuevas técnicas? ¿Con qué ingenios y capitales se crean y sostienen? ¿De qué modo rebotamos del fracaso al éxito? Eso, averígüelo Vargas. ¿Quién nos va a privar de la satisfacción de las palabras mágicas? Porque una cosa son los discursos y otra la realidad; uno, apostar por el agro y otro inventar a diario un instrumento de tortura para quienes aún resisten en él, con la objetiva consecuencia de ir cerrando día tras día el campo, hasta que se convierta en un bardial despoblado, pero “natural”. Y así, para los demás problemas, el bla, bla, bla como maniobra de distracción o entretenimiento. Eso sí, mientras tanto, inventemos organismos que censuren, silencien y multen, no sea que alguna empresa cometa el pecado de decir que vende “carnes maduritas”.

Palabrerías

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(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU PALABRERÍAS «Pensatible, plasmáu y silenciosu…», leo las declaraciones de Alba González, aspirante a candidata de Podemos. Su programa es que los jóvenes no tengan que emigrar y «darles una vida digna en Asturias». Me hago una pregunta ¿qué es una «vida digna»? Supongo que implica un trabajo. ¿Cuál ha de ser su remuneración para que sea «digna»? ¿La vida digna incluye un piso? ¿En propiedad, en alquiler, gratuito? ¿Exige un vehículo —eléctrico, por supuesto— propio? ¿Debe devengar su trabajo lo suficiente para unas vacaciones en el extranjero? Háganse preguntas, para ninguna obtendrán respuesta. «Digno, digna» no es más que una palabra-camelo, una palabra para hipnotizar incautos o excitar a fieles. Pero lo del vocablo no es sino la epidermis del problema, que es otro: para que los jóvenes no emigren deben crearse aquí un amplio número de puestos de trabajo. ¿Cómo se crean? ¿De dónde se sacan las empresas que los creen y los mantengan, que sean, por tanto, competitivas en un mercado nacional o global? ¿Y cuál ha de ser su nivel de competitividad para que puedan pagar salarios dignos que garanticen una vida digna y eviten la emigración en busca de otros salarios «más dignos»? Mi trasgu particular, Abrilgüeyu, aparece y me recrimina: ¡Eres un caso. Nunca estás satisfecho con nada! ¿A quién se le ocurre preguntar por esas minucias? ¿Qué importa la realidad si la proclama es buena? Y más palabrería: la de los que dicen luchar contra el despoblamiento del campo y hacen todo lo posible por vaciarlo. No son solo los lobos, o los jabalíes o los parques. De esta semana, en Vega de Poja: 300 euros de sanción porque los mugidos de Carmina y el ruido de una motosierra superaban los decibelios permitidos. ¿Pero es que el campo es como la ciudad? ¿Pero no se pueden realizar en el campo faenas agrícolas? Pues no, lárguense ustedes y desparezcan. Todo palabrería.

Ayer, en La Nueva España: Palabras vacías, palabras retumbantes

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PALABRAS VACÍAS, PALABRAS RETUMBANTES

                Las frases huecas, las palabras que parecen decir algo o quieren decirlo son parto frecuente en nuestra sociedad. He aquí la más usual en estos días, dicha por políticos “de toda clase”: “apelamos a la responsabilidad individual” se dice para que las personas actúen con precaución y respeto a los demás al respecto de la enfermedad pandémica. Como si ello tuviera alguna traducción en la realidad. Desde el principio de la misma existen ciudadanos que se cuidan y cuidan a los demás por civilidad, por conciencia o por miedo. Otros no lo hacen ni lo harán. Una parte porque vive permanentemente en una cápsula personal y social, y las normas generales, la sociedad en su conjunto, le son indiferentes o ajenas. Otros porque no respetan esas normas, de forma voluntaria. Algunos, como los alucinistas, porque no creen que tenga realidad el coronavirus, otros –especialmente entre los jóvenes– porque se creen inalcanzables por la enfermedad. Poco más valor que un exorcismo tiene la frase.

                Como se ve por el uso de las mascarillas, que, al menos en grandes zonas de España lleva casi todo el mundo, las medidas preventivas se imponen porque se teme la amenaza de sanción. De ahí que, junto a su uso general, una parte de los que con ella circulan lo hagan con ella solo “en prevengan”, con la mascarilla de barbiquejo, bajo la nariz o en la mano, por si apareciese el guardia.

                De ahí también que una gran parte de los contagios se produzcan cuando ya no existe la amenaza o la vigilancia: fiestas, botellones, reuniones familiares… Y ya ven ustedes la responsabilidad a la que se apela. De quienes han pasado por los dos bares “de vida alegre” de Xixón donde se ha detectado covid, ¿cuántos han aparecido? ¿Cuántos, en su caso, estarán contagiando a sus compañeros de trabajo, a su familia? Responsabilidad individual. La de quienes ya la tienen, antes de ser exhortados.

                He aquí un catedrático universitario: “La juventud está preparada en cuanto a formación, pero le falta sentido crítico. Defiendo bajar el voto a los 16 años para que los adolescentes tomen responsabilidades y reflexiones sobre el futuro”. Debe conocer a pocos adolescentes y sabe poco de su información sobre el mundo. Pero, además, si la mayoría de los adultos votan según su prejuicio, lo que está proponiendo es, simplemente, que, en su mayoría, voten según el prejuicio que se les inculca en su pandilla, en su familia, en sus redes. Un solo ejemplo de responsabilidad, reciente: colegio mayor Galileo Galilei. Fiesta ibicenca. 80 positivos. Tasa de contagio superior al 40%. 25.000 alumnos sin clase. Podrían multiplicarse los casos sobre el comportamiento de la juventud mejor preparada de la historia.

                Hay algunos profesores universitarios que tan alto suben que en las nubes habitan.

                Y ahora palabras retumbantes: El manifiesto de 55 sociedades científicas españolas pidiendo a los políticos que los escuchen, que se dejen de discusiones y que actúen. “Ustedes mandan, pero no saben”.

                No seré yo quien defienda todas las actuaciones de los gobiernos, muchas de las cuales he ido criticando desde marzo, pero convendrá poner las cosas en su sitio. Si ustedes leen las tablas del Sinaí de ese manifiesto verán que, al margen de abroncar a los políticos y de exigir ser los abajofirmantes los que decidan qué hacer, no hay más que una sola medida concreta propuesta, que, por otro lado, está ya en marcha. Pero obvian, por supuesto, cualquier consideración sobre el conflicto entre la economía y la lucha contra la enfermedad, el coste de las medidas y las intervenciones, la legislación sobre las competencias de las autonomías, etc.

                Pero, sobre todo, se olvidan de la historia “de la ciencia”, “de los saberes de los expertos sobre el coronavirus”. ¿Les recuerdo algunas, todas de especialistas de toda condición? Probablemente el virus se reduciría notablemente en el verano, como la gripe. El virus se transmitía fundamentalmente por el contacto con los objetos. ¿Cuántos españoles han acumulado guantes tras aquellos momentos en que no los había a la venta? ¿Quién lleva hoy guantes? Las mascarillas no tenían mayor importancia, lo fundamental era la distancia. No lo decía únicamente don Simón, no, lo decían la mayoría de los especialistas. Y todavía hoy muchos virólogos tienen muchas dudas sobre su utilidad, y hay países en que no son obligatorias, salvo si no se puede guardar la distancia social. En la transmisión del virus se estableció como medio fundamental la saliva, de ahí la distancia. Hoy una parte de la comunidad científica habla de las gotículas diseminadas en el aire (los aerosoles) y aumenta la distancia a más de cinco metros y el tiempo de duración en el aire del virus a un tiempo indefinido. Quienes lo han propuesta inicialmente se corrigieron después y han vuelto a afirmarlo. Una parte de la comunidad científica no lo acepta.

                ¿Y saben algo sobre cuánto tiempo dura la inmunidad en quienes han superado el coronavirus? ¿Sobre si es fácil o no que uno se vuelva a contagiar? ¿Sus interacciones con la gripe común? Podrían hacerse muchas más preguntas. Dejémoslo ahí.

                Por favor, un poco de humildad sobre lo que “sabemos”.

Algunos se quieren demasiado y se oyen demasiado, así que hablan con palabras retumbantes, pero no llenas de contenidos precisos, y como lo hacen contra el pimpampum universal, los políticos… ¡éxito asegurado!

Güei, en LNE: Silencios y bla, bla, bla

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El contraste ente la palabrería d'apoyu al campu y les normes que lu afueguen (IBI horros; autónomos pañar mazana).

Güei, en La Nueva España

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Palabrería

La reunión de presidentes autonómicos, con ausencia de los de Euskadi y Cataluña

11.02.2017 | 00:13
Palabrería
Reunión de presidentes autonómicos. Desdeñosos, no acuden los de Euskadi y Cataluña. "Es un error", siento decir a algunos comentaristas y políticos, a propósito, específicamente de Puigdemont. Lo dice nuestro flamante portavoz senatorial, don Vicente Alberto Álvarez Areces.
¿Por qué es un error? Nada va a perder Cataluña con ello. El Estado, España, usted y yo vamos a ser los únicos garantes de su deuda. Usted y yo les vamos a adelantar (me temo que a regalar) dinero con el FLA. Las tres últimas reformas de financiación autonómica se han hecho tal como ellos querían. El no asistir es una baza más en su propósito de independencia. ¿Qué significa, pues, que es un error? Nada. Se dice, en todo caso, para evitar tener que pronunciarse sobre la realidad. O para adormecer a su parroquia: algún ruido, aunque vacío, hay que emitir.
(Inocente de mí, por un instante, pensé que con la palabra "error" emergía en don Vicente la mala conciencia por la responsabilidad que todo el PSOE ha tenido desde septiembre de 2003 en toda la deriva catalana, con el aplauso destacado, además, de él y de don Javier I el Prudente, que acudieron a alabar y aplaudir in situ todo aquel disparatado caminar socialista. Error mío, claro).
Vanilocuencia. Esta vez a modo y manera de retahíla. La EPA testifica que 2016 cierra con 541.700 parados menos y 431.900 puestos de trabajo nuevos. La respuesta de los sindicatos es la misma que en 2015, cuando se redujo el paro 678.200, y como lo fue en 2014 y 2013, cuando se empezó a salir del pozo. Idénticas descalificaciones negativas: "el trabajo a tiempo parcial", "el empleo precario y de poca calidad", "el modelo económico"? Poco más. Siempre los mismos eructemas, por bien que vayan las cosas. Tan indiferentes a la realidad como las estatuas a la lujuria de los contempladores.
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