Aprovecho equí pa da-y les gracies otra vegada, asina como pa reiterar les que di a don Emilio Huerta "Triqui" pola so presentación n'Uviéu y a don Luis Roda pola que fexo en Xixón.
Y agora, yá, les palabres de doña Teresa Mallada:
Saludos
Lo
primero que hice cuando Xuan Xosé Sánchez Vicente me invitó a presentar su
nueva novela fue pedir un tiempo muerto para analizar una cuestión de forma:
¿Qué pinta una ingeniera de Minas, presidente de Hunosa, presentando un acto
literario? Esa fue la pregunta que me vino a la cabeza.
Luego,
me acerqué a las páginas de “Bajo el viaducto” y en ellas comprobé que tienen
mucho que ver con nosotros: con los asturianos, con los trabajadores de la
industria, con los políticos, con los sindicalistas y la patronal, con los
periodistas y los lectores de periódicos, con las personas que enarbolan alguna
bandera ideológica, con los que están involucrados con cualquier movimiento
vecinal o social, con los prácticos y con los idealistas, con los comprometidos y con los desencantados, con los de Gijón, con
los de León y con los de Las Cuencas, con todos.
Recorriendo
la novela se percibe lo mucho y bien que conoce Sánchez Vicente a Asturias y a
los asturianos, es una asignatura que domina, no en vano considero que Xuan
Xosé es en la actualidad uno de los grandes analistas de nuestra región.
En
mi opinión, “Bajo el viaducto” es una obra de existencialismo político muy
recomendable para aquellos que cambian el canal cuando empieza “Sálvame”, para
quienes suben el volumen de su televisor cuando comienzan las noticias, en
definitiva, para personas que quieren acercarse a la verdad aunque sepan de
antemano que ésta va a desesperarles, a desasosegarles.
No
voy a mentir y decirles que me gusta todo lo que aparece en las páginas de la
novela: me refiero al contenido de la trama. Pero “Bajo el viaducto” es como la
vida misma, y la vida misma se cocina también con injusticia y sufrimiento.
Xuan Xosé mezcla venenos y antídotos para dibujarnos cómo avanza implacable,
sin sentimientos ni corazón, la apisonadora social.
A
ratos, entregado al juego literario –principalmente cuando el autor se recrea
en la descripción de su querido Xixón o cuando en la parte final se atreve incluso
con la metaliteratura-… Y, a ratos, en brazos del ritmo trepidante de la acción,
escondiendo en cada párrafo una novedad de la trama, Xuan Xosé Sánchez Vicente
nos muestra “Bajo el viaducto”, una metamorfosis.
Es
la metamorfosis del joven idealista, el joven entusiasta de la política y el
sindicalismo, que “espoyeta” vigoroso, en tiempos de incertidumbre y
ebullición, gracias al abono del cambio voceado a los cuatro vientos.
Es
un idealismo de la época en la que aún se fumaba en los bares, de los tiempos
en los que los protagonistas de la política eran casi todos varones. Un
idealismo que, en manos de la política real, acaba luego triturado y reducido a
un simple juego de rentabilidades y posibilismos.
Oportunismo, luchas de poder, traiciones y
compañeros de partido –ya saben, esos que según Churchill son los verdaderos
enemigos- acaban al final convirtiendo a nuestro joven idealista en un cadáver
político.
La
trama lo tritura, engulle un joven héroe y lo regurgita convertido en piltrafa,
lo reduce a despojo sin que nuestro protagonista acierte a comprender, como
decía el poeta, que la realidad casi nunca coincide con la imagen de nuestros
primeros sueños.
Con
más de cuarenta obras literarias a sus espaldas y más de treinta años en la
primera línea de la política y el articulismo regional, Xuan Xosé Sánchez
Vicente consigue su objetivo, dibuja una política convertida en juegos de doble
lenguaje, luchas de poder, engaños, traiciones… una política en la que todo se
somete a los resultados o cuyo único objetivo es lograr una silla en los
órganos de gobierno…
Como
él mismo escribe, una política convertida en “una maraña de palabras sin
sentido, discursos vagos y pérdidas de tiempo”, una política cargada de
hipocresía.
Una
política que, y me permito usar aquí la primera persona de plural, algunos tratamos
de combatir. Xuan Xosé conoce perfectamente esos ámbitos, especialmente los de
la política local y regional -ha sido concejal y diputado en el Parlamento
asturiano- y por ello teje como pocos los entresijos de este “House of cards”
asturiano que es “Bajo el viaducto”.
Pero
pese a que la política, y también el amor, son los pilares de la obra; los
renglones torcidos de Xuan Xosé Sánchez Vicente escriben muy derecha una
crítica social. ¿Por qué...? Porque en el fondo ¿qué es la política más que una
representación de nuestra sociedad?
En
circunscripción única, con listas abiertas o cerradas, en primarias o en
congreso, por elección directa o en segunda vuelta,…… la política es un espejo
social, un reflejo de nosotros mismos, y es ese el motivo por el que muchas
veces nos enerva lo que vemos en él.
He
dicho antes que “Bajo el viaducto” es un ejercicio de existencialismo político.
Pues bien, todo existencialismo acaba en la condición humana.
Es, si se me permite la
comparación, el existencialismo del tango: “Aprendí todo lo bueno / aprendí
todo lo malo. / Sé del beso que se compra, sé del beso que se da; / del amigo
que es amigo / siempre y cuando le convenga / y sé que con mucha plata uno vale
mucho más. /
Aprendí que en esta vida / hay
que llorar si otros lloran / y que si la murga ríe, / uno se debe reír. / No
pensar ni equivocado, para qué, / es igual se vive, / y además corres el riesgo
/ de que te bauticen gil”.
Más
entregado al bable que al lunfardo, Xuan Xosé Sánchez Vicente nos deja un
tango. Una mezcla de gaita y bandoneón que arrulla nuestro desengaño, pero… no
se desesperen más de lo necesario: si algo queda claro en el libro de Xuan Xosé
Sánchez Vicente, es que no hemos perdido nada, sencillamente porque nunca lo
tuvimos, como mucho fue un espejismo y la voz desasosegante que oímos,
simplemente nuestra condición, la condición del tango.
No
me queda más pues que expresar mi gratitud al autor. Muchas gracias, Xuan Xosé
por esta estupenda novela que nos has regalado a todos, y a Septem, por su
indudable acierto editorial.
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