Agora una guiñada humorística (cola gabita de Ludi y el so Un kilo de versos), pero non solo:
LA OPINION DE UN BRONCE
Yendo yo por el muelle anteanoche
(mansa noche, ni oscura ni clara)
contemplé majestuoso y erguido
al heroico Pelayo en su estatua.
Me dio pena de verle al sereno,
y afectuoso le insté a que bajara,
pues la noche, aunque no estaba fría,
no era noche tampoco templada.
«No sé cómo no cansas,
le dije,
en postura tan cursi y
forzada;
ya pudieran haberte
sentado
en un banco de piedra o de... España.
Un edil de
esos «sabios» que dicen
catredal, afaitarse y
abasta,
hundir suele su glútea elocuente,
en un blando sillón o
butaca.
Ven conmigo, ¡gran
rey!, pega un brinco
y echa a un lado tu
inútil coraza.
Yo te presto, si
quieres, mi abrigo.
Vamos juntos los dos de
guaracha.
No me digas que estás a dos velas,
no me digas que no tienes pasta;
tu corona y tu cruz son de «oro»,
vamos juntos los dos a empeñarlas.»
Al final de mi ruego atrevido
se agitó con violencia la estatua.
«¡Vete pronto de aquí, mozalbete!,
me gritó. No prosigas tu guasa.
No me vengas pidiendo imposibles.
¿Cómo quieres que ponga mis plantas
donde todo es envidia y miseria,
donde está la ambición arraigada,
donde todo es política indigna,
donde impera el orgullo y la farsa,
donde comen turrón los intrusos
y se quedan sin pan los de casa?
¡Vete ya, pillabán, no me ofendas
con tus torpes y necias palabras!
¿No ves tú que si bajo me obligas
a pegarte un capón? ¡Zaragata!»
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