"Hoy, en
Valencia, he recibido al Presidente del Consejo. Me ha traído una porción de decretos, casi todos de personal,
sin interés. Entre ellos he visto copiosos nombramientos de Obras Públicas para afiliados de Unión Republicana. Este
partido, que empieza en Martínez Barrio y acaba en su secretario particular, no
se descuida. Hasta el secretario particular mismo es director general. «Debe de
estar ya colocado el partido entero», me dice Negrín. No
lo improvisan. Cuando
el Partido Radical vino al poder, en 1933, montaron sus diputados una oficina que podría
llamarse de «alumbramiento de empleos», a cargo de los más zahoríes. No iban a contentarse con los
cargos políticos que siempre mudan al variarse el Gobierno. Con método y paciencia grandes,
proporcionados a su avidez, desmenuzaron toda la administración española y sus aledaños, dentro y
fuera del país; no hubo ministerio, monopolio, delegación, comisaría, consorcio, confederación,
compañía concesionaria o arrendataria, instituto, etcétera, etcétera,
donde no introdujesen el gatillo y extrajesen algo. Desde los tiempos del conde de San Luis a los
menos remotos de Romero Robledo no se había visto en España un rigodón comparable. Dicen que
así se hacen los partidos, será verdad. Lo cierto es que los más recientemente llegados a la política,
como la CNT y la FAI, dan ciento y raya a sus predecesores, sean o no marxistas".
(De Manuel Azaña, Diarios de guerra).
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