El que no te conozca que te compre
La idea de purificar la política con el fuego sagrado de la Justicia sería buena si la política la hiciesen los hombres y la Justicia los ángeles. Pero dado que los agentes de uno y otro poder son de la misma materia, me parece un completo desatino supeditar el desarrollo de una de estas actividades a la otra, y suponer que los pésimos resultados obtenidos por este procedimiento son fallos inevitables que hay que soportar. Y digo esto a propósito del cierre judicial del caso Pallerols, que, visto en perspectiva ciudadana, constituye un escándalo solo comparable a los casos Banca Catalana, UGT-PSV, al caso Camps, al sumario evaporado sobre la rapiña organizada por la patronal y los sindicatos gallegos, a los casos que implican las torturas o asesinatos cometidos por agentes del orden público, al caso Naseiro, a los laberintos en los que se encuentran los casos Gürtel y Palau, y a otras docenas de casos de enorme envergadura que se desinflan o extravían con sutilezas procesales inenarrables.
Mientras en Galicia liquidábamos una etapa política y el nacionalismo de centro a base de introducir una discusión administrativa en la vía penal, a Pujol ni lo llamaron a declarar. Mientras en Galicia encarcelamos, esposamos e imputamos a diestro y siniestro, Duran i Lleida sale de un caso probado de latrocinio organizado sin siquiera despeinarse. Mientras al alcalde de O Vicedo le amargaron la vida y lo inhabilitaron por cuatro dietas, a Camps lo exculparon y le dieron un doctorado cum laude. Mientras Naseiro y Palop se fueron de rositas, al exalcalde de Ourense lo detuvieron y humillaron sin medida antes incluso de interrogarlo. Mientras un quídam se va a la cárcel 10 años por un maltrato psicológico, el teniente de la Guardia Civil responsable del apaleamiento hasta la muerte de un gitano ni siquiera entró al calabozo. Et sic de alliis, decían los clásicos.
Por eso mantengo mi cruzada contra un modelo judicial que, si en otras cosas puede ser de calidad excelente, en todo lo que toca lo político, lo mediático y lo financiero es un horror. Y a poco que se repasen con tranquilidad los casos más evidentes conocidos, resulta insoportable que, mientras en Cataluña le echan tierra a inmensos delitos, aquí sigamos zurrándole a la clase política, esposándola, encarcelándola y destruyéndola? ¿Por algo? ¿Por nada? ¿Porque lo quiere un pueblo frustrado? ¿Porque los jueces no saben instruir? ¿Porque ellos son guais e independentistas y nosotros unos paletos fieles a España?
Por eso protesto esta forma de relacionarse los poderes. Y, cuando paso al lado de una estatua de la Justicia, con su peplo, sus ojos vendados, su espada y su balancita cursi, siempre me acerco a su oído y le digo lo mismo que el gitano le susurró al burro de la feria: «El que no te conozca que te compre».
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