Completando l'ensiertu d'ayer, llanto equí esti artículu del 06/04/2009, que puede ayudar a facer un daqué de memoria sobre la xestión de la sanidá asturiana pol PSOE.
Como
continuación de una línea que viene desarrollándose, de forma explícita o
implícita, en los últimos cuatro años, el Gobierno del PSOE ha ofrecido primas
de entre cinco mil y diez mil euros a los médicos que rebajen el costo de las
medicinas que recetan a sus pacientes (bien por darles menos, bien por
prescribírselas más baratas) y que reduzcan el número de pruebas clínicas que
encargan.
Es cierto que
en los últimos tiempos el gasto sanitario viene disparándose de forma
progresiva y que amenaza con llegar a cotas insostenibles; no lo es menos que
muchas de las pruebas que se encargan tienen sólo una utilidad muy pequeña y
que, en muchos casos, no son más que la confirmación de lo que la experiencia
del médico intuye o prevé. Ahora bien, aunque sea muy marginal la capacidad de
información que muchas pruebas clínicas suministran, tienen —desde el punto de
vista del profesional— dos virtudes: confirman su previsión y establecen cuál
es el vector de intensidad con que se presenta el problema diagnosticado.
Cuando no es así, en los demás casos, informan sobre anomalías no vistas o
modifican el criterio inicial. No debe olvidarse, por otro lado, el que, en una
sociedad de pleitos y reclamaciones indemnizatorias como la que vivimos, las
pruebas clínicas vendrían a constituir, en su caso, una confirmación de la
buena praxis médica del galeno cuestionado por su proceder.
Desde el punto
de vista del enfermo, el que se realicen exploraciones radiológicas o análisis,
indagatorios o confirmatorios, significa —más allá de un derecho abstracto—, la
posibilidad de eliminar el albur sobre su salud, ya porque se conozca el estado
de la misma (bueno o malo) con precisión, ya porque esas exploraciones
anticipen malignidades que aún no han detectadas o no se han presentado y, por
tanto, pueda acometerse su solución con razonables perspectivas de éxito.
Pues bien, lo
que el Gobierno del PSOE e IU viene a proponer, desde el ángulo de los galenos,
es que éstos renuncien a ciertos instrumentos de diagnóstico o de eficacia
farmacéutica, disminuyendo la seguridad de la certeza en la evaluación y en el
tratamiento; desde el punto de vista de los ciudadanos, que estos corran con el
azar de un mayor margen de error en el diagnóstico, de una tiempo más dilatado
en la curación de su enfermedad o, en peor de los casos, de la ignorancia de
una amenaza grave para su salud, hasta tanto ésta no se manifieste.
¿Y cuál es el
mecanismo al que el Gobierno socialista y de IU apela para intentar que los
médicos diagnostiquen y traten con menos garantías, se enfrenten con el enfado
de los pacientes por negarles pruebas que estos podrían creer necesarias, y, en
último término, a demandas por mala praxis? Pues es, sencillamente, el de
excitar la concupiscencia de dinero de los profesionales del sistema sanitario,
su codicia. Porque sólo de esa forma se puede lograr que algunos de ellos,
despreciando los riesgos de denuncia y poniendo en cuarentena lo mejor de su
saber hacer profesional, se avengan a reducir el gasto a través de esos
procedimientos. Propuesta, por cierto, que ya formuló en su día el Ejecutivo
asturiano como contraprestación al inicio de los pagos de la carrera
profesional para los profesionales del sector
No hay que
olvidar, por otra parte, que desde hace ya algunos años —en virtud, en parte,
de esa contraprestación, debido a motivos de ahorro, por otro lado—, este
gobierno viene reduciendo los servicios sanitarios que presta a los ciudadanos;
por ejemplo, restringiendo y eliminando los controles a los crónicos, o
haciendo mayor la frecuencia de las revisiones a los grupos de riesgo.
Conviene
recordar, asimismo, que por motivos electorales los gobiernos socialistas
(apoyados por IU) han impulsado inversiones sanitarias escasamente rentables o
patentemente insostenibles; que, sobre cobrar un impuesto especial en los
combustibles, tienen en marcha un proyecto hospitalario que representa un
enorme despilfarro por sus sobrecostes y el por tiempo que en que se viene
dilatando su terminación; que compra descontroladamente medicamentos y
suministros para la sanidad y es un mal gestor con las mutuas; que ha tirado el
dinero de los asturianos en una política personal de un alto incremento del
gasto que no se ha traducido ni en una mejora del servicio ni en la satisfac ción del personal sanitario.
De
modo que ahora viene la última vuelta de tuerca: despertar la concupiscencia de
los profesionales. Con varias consecuencias, algunas de tipo moral otras de
carácter profesional, entre el estamento sanitario; entre los asturianos, dos
efectos de orden diverso: crear tipos distintos de ciudadanos, según el señor
Areces, don Javier Fernández y Jesús Iglesias hayan o no excitado la codicia de
su médico; hacer que un número indefinido de personas corran más riesgos que
otros en lo relativo a su salud, si es que, gritando en torno a los oídos del
facultativo, como las brujas de Macbeth,
el «tú ganarás más, tú ganarás más», los tres xanos con pretensión de íncubos han logrado convencerlo.
Por
cierto, sobre el poder del dinero poco hay que decir: todo el mundo sabe cuál
es su virulenta vis atractiva. Pero quizás
no somos tan conscientes de qué eficacia tiene el «tú eres tonto, ¿no ves a los
demás?» para que el rebaño humano comience a proseguir la senda que el primer
caminante va abriendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario