¿Cómo fue lo de Cataluña? El PSOE, contra los asturianos


                     Convién, nesti país de tan voluntaria mala memoria, recordar cómo se vieno a l'actual estáu emocional de Cataluña, quién punxo la gabita pa ello y cómo too ello fízose contra los asturianos pol PSOE, lo que güei vuelven proclamar lo mesmo: asimetría pa Cataluña.
                        Esti artículu del 28/05/2055 puede ayudar escontra la desmemoria.

                  EL PSOE Y ARECES, CONTRA LOS ASTURIANOS (28/05/2005)


            Anda estos días el Presidente Areces por media España reuniéndose con algunos otros cabezaleros autonómicos para tratar de conjurar las desigualdades en las futuras reformas estatutarias, sobremanera las referidas a la sanidad y la financiación. Y, muy especialmente, parece oponerse a algunas de las propuestas de su collaciu Maragall, como las de la quiebra de la solidaridad interregional o la denominación de Cataluña como “nación”.
            Ciertas personas de buena voluntad ven en el periplo y las manifestaciones de don Vicente Alberto un gesto ejemplar y una actuación consecuente con su obligación en cuanto Presidente de los asturianos. Algunos, sin embargo, creemos que, en esta materia, el señor Presidente no tiene crédito y que sus palabras no poseerían valor alguno ni aunque se vistiera de nazareno, realizase el camino a pie hacia Madrid como disciplinante no sanchopancesco, y se sentase después durante un mes a las puertas del despacho de Zapatero (o ante los leones de las Cortes) vestido de saco y cubierto de ceniza, al igual que Enrique IV ante Gregorio VII. ¿Por qué? Se lo recuerdo.

En el señor Areces ha venido constituyendo una inveterada costumbre el correr a sostener con entusiasmo el palafrén del señor Maragall, es decir, del proyecto que, desde hace ya muchos años, viene defendiendo el PSC catalán, el "federalismo asimétrico", a saber, un estado español federal (no España) a tres: Cataluña, Euskadi, España (en cuyo saco, como una más, estaría Asturies). Lo ha hecho al menos en cinco ocasiones públicas: en conferencias barcelonesas del 4 de julio de 2001 y 18 de marzo de 2002 ("coincido y comparto muchas de las propuestas formuladas por Pascual Maragall", volvía a repetir aquí), en la última campaña electoral catalana, en la declaración de Santillana (30 de agosto de 2003) y con ocasión de la constitución del gobierno tripartito catalán —en estas dos últimas ocasiones, con la colaboración del partido en Asturies y su Secretario General, don Javier Fernández, saludando el acontecimiento como una oportunidad de oro para el progreso y la solidaridad en toda España—. Y, sin embargo, a nadie se le ocultaba que tanto el PSOE catalán como sus socios de ERC y de IU tenían, entre los propósitos más destacados de su actuación política, el de romper el estado en Cataluña en lo referente a la circulación redistributiva de las plusvalías, que es lo que significan los impuestos en la modernidad desde que se han acabado los portalgos, los pontalgos y los derechos señoriales (algunos lo llaman “solidaridad” y otras tonterías, como si fuese una especial aportación de determinada ideología; es,  simplemente, el estado moderno, el de los ciudadanos).
Esa voluntad viene ya plasmándose en la redacción del nuevo estatuto catalán y se han hecho varias propuestas al respecto, la sustancia de las cuales consiste en entender que el dinero recaudado en Cataluña a través de los impuestos es únicamente de los catalanes y que la cuantía aportada por ellos hasta ahora a las arcas comunes del estado (sanidad, pensiones, etc.) debe reducirse sustancialmente y, en todo caso, debe depender de su voluntad.
Que esto, y no otra cosa, era lo que venía demandando desde siempre el PSOE en Cataluña lo sabía un tonto; que constituía ello la cañamina de lo firmado en Santillana, un necio; que eso, y otras demandas “asimétricas”, constituía el eje central del programa del gobierno tripartito —que con tanto alborozo saludaron como un alborear para toda España, el PSOE asturiano y el Presidente— no lo ignoraba un nasciturus. De modo que, salvo suponer una absoluta idiocia en el señor Vicente Alberto y los socialistas asturianos, hemos de tenerlos por cómplices voluntarios de todas las ventajas, insolidaridades, desigualdades —“asimetrías”, en una palabra— que han de venir con el estatuto catalán y, posiblemente, con el vasco y gallego.
Las personas de muy buena voluntad —o los tiffosi, que son muchos— querrán suponer que PSOE asturiano y Álvarez Areces se han dado cuenta ahora de su error, y que, por ello, de una forma que los honraría, tratan de rectificarlo. Pura voluntad de fe.
Siempre he dicho que la fe no consiste en creer lo que no vemos. A fin de cuentas, es esa una fe trivial y no muy difícil. La verdadera fe es la de no creer lo que vemos, por más que lo tengamos delante de los ojos, en negar la evidencia, que es la fe de los devotos entusiastas, fe en virtud de la cual funcionan las parroquias electorales, o, desde otro punto de vista, las adhesiones inquebrantables. A nadie se le escapa que el señor Rodríguez —quien, por cierto, debe su puesto de Secretario General del PSOE a los socialistas asturianos— se ha comprometido a aprobar el estatuto catalán tal como salga del Parlament. Por lo tanto, el señor Areces, los socialistas asturianos y los del resto de España se tragarán –al modo en que lo prefieran: a secas o con vaselina- el estatuto catalán (y, en su caso, el vasco y el gallego) con todas sus insolidaridades, discriminaciones y  “asimetrías”. Es decir, que la juerga –o el negocio, según prefieran ustedes- del PSOE asturiano y del señor Areces la pagaremos todos en nuestras carnes y bolsillos (desde el empleo, hasta la sanidad).
¿Qué es lo que significan, pues, el periplo y las declaraciones del PSOE y de don Vicente Alberto de que no tolerarán discriminación ni injusticia? Pues, simplemente, una forma más de engaño, propaganda. Como ya saben que no les queda más remedio que esmorgar lo que su propio partido, su propio Zapatero y su propio Maragall les van a hacer tragar —el daño a Asturies y a otros españoles que ellos mismos ayudaron a nacer, engordar, cocinar, guisar y servir—, procuran disimular todo lo posible antes que llegue el desastre, para después decir: “a mí no me miren, yo hice lo que pude; y, además, si no es por mí, el daño hubiera sido aún mayor”.
Ya saben, se llama “política de izquierdas, progresista y solidaria”. Amén. Solo nos falta que la llamen “asturianista”, que acabarán por hacerlo.

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