Sigo equí recordando cómo se fueren aperiando los caminos que llevaren a l'actual situación de Cataluña, el pesu decisivu que nello tuvo'l PSOE y cómo, nesi camín, dexó delláu -col discursu de la solidaridá- la igualdá ente los ciudadanos, al tiempu que sacrificaba los intereses de los asturianos.
Esti artículu de 2005 en La Nueva España quier ayudar a evitar la desmemoria sobre'l camín y les responsabilidaes.
FARTUCOS DE SOLIDARIDAD
(SOBRE LO RETRÓGRADO DE CIERTA IZQUIERDA) (18/10/2005)
Previas.
Uno: Quien esto firma y su partido están tan convencidos de que es necesario
reformar nuestro estatuto que, en 1998, cuando PP y PSOE aprobaron de consuno
el actual, no le dieron su visto bueno (entre otras cosas, porque si no tenemos
autonomía para disolver el parlamento y convocar elecciones, sino que nos dicen
cuándo hay que hacerlo, ¿qué autonomía es esa?). Dos: Los señores Ibarra, Chaves,
Areces y las organizaciones regionales a que pertenecen son tan responsables
del proyecto catalán de estatuto como Maragall, que a nadie ha pretendido
engañar nunca y lleva diciendo lo mismo desde mediados de los años 80. Ellos,
al igual que don José Luis Rodríguez Zapatero, ese incendiario Nerón
autocomplaciente, han proporcionado las teas y el fuelle para avivar la hoguera
maragalliana.
Pero
el objeto de este artículo no es recordar esas evidencias, ni analizar todo o
parte del estatuto catalán, sino uno solo de los argumentos con que una facción
del PSOE parece ahora querer tapar o disimular les vexigues que su
inyección variólica ha provocado, el de la llamada “solidaridad”.
El
vocablo “solidaridad” no se les cae de la boca a los practicantes de cierta
izquierda. Es en sus discursos tan frecuente como lo es “caridad” en los
roperos parroquiales o “gracia” en ciertas disputas teológicas. Lo entonan,
además, con tal unción y arrobamiento que parece acercarse en sus resonancias
emocionales al ámbito de lo sacro (su precisión terminológica anda, más bien,
cerca del limbo). Y es en la falla de este concepto, el de la “solidaridad”
interregional, donde encuentran el mayor pecado (esto es, error) del estatuto
catalán (¿y de sus conmilitones?).
El
concepto de solidaridad dentro de las partes de un estado es, desde luego, un
concepto premoderno y está más cerca de la caridad voluntariosa que de la
política como instrumento igualatorio, redistributivo y garante de un acervo
de bienestar para cada ciudadano. La base del estado moderno
(progresivamente desde la caída del Antiguo Régimen) es la ampliación y
unificación del mercado, la desaparición de portalgos, pontalgos
y derechos señoriales, la libre circulación de personas y mercancías. A partir
de ahí, un estado fuerte puede recaudar y poner en práctica las políticas
igualatorias y redistributivas a que su vocación, más a la derecha o a la
izquierda (en términos convencionales), impulse a cada gobierno.
El
sujeto de las políticas recaudatorias es, pues, el individuo, no la comunidad.
Del mismo modo, su objeto es también la persona, y solo lo es el territorio en
la medida en que las dificultades o circunstancias del mismo impidan el
desenvolvimiento de los sujetos habitantes en él.
Apelar,
pues, a la ruptura de la solidaridad como la razón de fondo para retocar el
estatuto catalán es contemplar el mundo desde una perspectiva que tiene más que
ver con la caridad que con la política, y, sobre todo, es de un enorme arcaísmo
conceptual, premoderno. Nada extraño, ciertamente, en una cierta izquierda que
tiene sus territorios de pasto identitario en aquellos dos metafísicos que
fueron Hegel y Marx, creyentes ambos en el fin de la historia y en la
teleología de su devenir.
Pero,
además, desde un punto de vista pragmático, la ruptura del mercado y las
políticas fiscales que entraña el texto del PSOE catalán (que tiene como
coautores fácticos, no lo olvidemos, al neroniano Zapatero y sus apurrefueos
llocales) es inseparable de sus presupuestos políticos. El fundamento de su
propuesta económica («todo lo que recaudo es mío, y doy de ello lo que quiero»)
es inextricable de la declaración de Cataluña como una nación con soberanía
previa a su pacto con España (tal es la expresión dicotómica maragalliana,
Cataluña / España, exactamente la misma que Zapatero: pongan oídos atentos
cuando hable este último), con derecho a autodeterminarse cuando lo desee y con
una letra de cambio ejecutable para convertirse en Estado en fecha por decidir.
De
modo que, cuando proclaman que el único o principal problema del estatuto del
PSOE y Zapatero es la solidaridad, mienten, se engañan, nos engañan, quieren
engañarse o engañarnos, no entienden nada. ¿Todo al mismo tiempo? Sí, todo al
mismo tiempo. Así fluctúan cerebro y psique: entre el temor, el
desconocimiento, la defensa de los suyos y lo suyo y el «atéchate mientres
escampa».
Todo
muy a costa nuestra, de cada uno de los asturianos, menos de los que viven del
negocio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario