El fin del mundo


No el escatológico, el «big crunch» u otras variantes de eso que solemos llamar el apocalipsis (en realidad, la revelación que el Apocalipsis hace de las postrimerías). No: las «terras ante ignotas» que, a propósito de las Aras Sextianas, decía Pomponio Mela, el historiador romano; esto es, el «finis terrae», eso es lo que somos.

Así nos lo hacen saber cada vez que caen por aquí. Cualquiera: don José Blanco, don Víctor Morlán, don José Luis Rodríguez Zapatero..., cualquier preboste del PSOE con capacidad de acabar nuestras vías de comunicación o alargarlas «ad kalendas psoeras».

Y por eso nos castigan con retrasos y más retrasos, al igual que si fuésemos viajeros de la Renfe en el trayecto Asturies-Madrid, a los que -como si ya de por sí el tiempo de viaje no fuese suficientemente dilatado y no se estropeasen los ferrocarriles cada poco en cualquier punto del itinerario- ahora les han cambiado los trenes para que pierdan en la cuarta capital del Reino asturiano veinte minutos, al tener que ir de culo el convoy en las maniobras, al modo de un mal parto.

Cada vez que vienen se ríen de nosotros. En nuestras propias urnas o, si lo prefieren, en nuestras propias barbas. Da igual que sea invierno que verano, primavera que otoño. La última visita-carcajada, la del secretario de Estado de Planificación e Infraestructuras del Ministerio de Fomento, que ha confirmado que lo de la barrera ferroviaria de Avilés y comarca va para largo, y que del tramo Unquera-Llanes ya veremos, y que de la llegada del AVE a Asturies, «piano piano si va lontano», y que el soterramiento de las vías en Xixón es una cosa que lleva su tiempo. Y de las demás obras pendientes desde hace décadas, lustros o años -Salas-La Espina, el tramo occidental de la Autovía del Cantábrico, por ejemplo-, pues a la gallega: que «por una parte ya ven y, por otra, ¿qué quieren que les diga?».

¡Ah! Pero ¿recuerdan ustedes que Zapatero había prometido que el AVE estaría en Asturies en el 2009? ¡Serán ustedes de la cáscara amarga! ¿Que el señor don Vicente Alberto afirmó en mayo del 2010 que «el recorte no afectará a ninguno de los grandes proyectos» y que el consejero de Infraestructuras, señor Buendía, aseguró por esas fechas que «el Principado velará por que las obras en marcha no sufran un "parón" que creo improbable»? ¡Y aquella comedia del aspirante a Próximo-Desastre, don Javier Fernández, haciendo correr la voz, a finales del verano del 2010, de que había convencido a la Moncloa y a don José Blanco para que aumentasen la dotación de Infraestructuras y de que una parte importante de ese aumento vendría para Asturies? ¿Y no recuerdan poco después a don José Blanco y a don Javier fotografiados en Uviéu, a la puerta de la sede socialista, como si hablasen de verdad de los asturianos y de sus problemas de comunicación?

Ustedes, sin duda, beben. Siempre hemos dicho que ese vino flojucho que es la sidra no es recomendable para nada, y que, además, produce alucinaciones. ¿Cómo nos iban a engañar tan probos amantes del pueblo?

Aunque si persisten en sus alucinaciones, y se empeñan en recordar que, frente a la persistente demora de la Autovía del Cantábrico a ambas márgenes de Asturies, el ministro de Fomento inauguró el 5 de febrero dos tramos de la Transcantábrica en Galicia que sumaron 9,1 kilómetros de longitud, y que, de forma inminente, se van a inaugurar otros catorce kilómetros en esa comunidad y que lo que falta estará concluido para el 2012 (aquí es posible que en el 2016 estemos aún sin autovía) y que, con respecto al AVE galaico, aún sin licitar, el Ministro ha prometido que estaría listo en el 2015 e, incluso, que ponía su cargo como aval de ese compromiso; si persisten en ello, digo, más les valdría ir al país de los lotófagos a ingerir el fruto de esa planta o beber las aguas del Leteo: dos formas clásicas de perder la memoria y, así, no sufrir con la conciencia de la realidad, porque, como dice el Eclesiastés, «Qui addit scientiam addit et dolorem».

Porque ¿para qué sufrir y saber que somos el «finis terrae», esto es, en vulgar, «el culo del mundo», por designio de quienes nos gobiernan y por voluntad de los amantes del cuero y del rebenque en sus posaderas?

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